Lo que tengo.
A veces pienso que tengo mucho. Otras veces pienso que no tengo nada. ¿Pero qué es lo que realmente tengo, tenemos?
Sí, yo pertenezco a una raza y a una nación. ¿Pero eso es algo que me da algo? ¿Puedo decir que eso me da algo? No, en todo caso me ha dado una cultura, una forma de ver la vida, una lengua y poco más.
Tengo una casa, un coche, un trabajo, mucho o poco dinero. ¿Pero puedo decir realmente que lo tengo? No, porque en todo caso eso no es mío en el sentido de formar parte de mí, es algo accesorio. Puedo decir que lo usufructo, lo uso, lo utilizo, pero no es mío.
Tengo una mujer, unos hijos, unos padres. ¿Pero puedo decir que sean míos?. No, porque ellos tienen una vida independiente. Viven conmigo, pero no son parte de mí. Tienen su propia vida. Tenemos unos lazos afectivos, emocionales, pero nunca podré decir que me pertenecen.
Tengo un cuerpo. Esto sí es parte de mí. A veces confundo a mi cuerpo, a mi cerebro conmigo mismo, pero en el fondo sé que no soy yo. Yo soy algo que se da cuenta de lo que tiene. Yo soy un centro de conciencia que para vivir en este mundo se ha lastrado con un cuerpo humano. Esto tampoco soy yo, pero sí, lo tengo. ¿O me tiene a mí? El hombre pasa por varios periodos en su desarrollo. En la primera parte de la vida, y hay gente que no conoce más que esto, el cuerpo me tiene a mí. El cerebro, mi “mente”, me tiene a mí. Es entonces cuando me convence que mi mente es solo producto de reacciones químicas y eléctricas. Que yo pienso con mi cerebro. Pero cuando uno evoluciona, se da cuenta de que esto no solo no es así, sino que es al contrario. Yo pienso y necesito esas neuronas para mantener en el mundo esos pensamientos. Para marcarlas como algo perdurable en el tiempo. Para hacerlos llegar a este mundo. Para ejecutar esas ideas y seguirlas en algo concreto. Como parte necesaria para ejercer mi voluntad. Es como la memoria de mi ordenador. Pero esa memoria ¿piensa?. No, sólo es un registro, que a través de la lógica y la razón establece paralelismos y equivalencias, pero que a veces es lo único evidente.
Yo soy un centro de conciencia y lo único que tengo en el mundo es un cuerpo que me permite mantener mis pensamientos y que no sean tan volátiles y poder moverme por el mundo. Pero este cuerpo tiene unas necesidades tan grandes, que pierdo mi libertad de pensar en lo abstracto. Es un lastre necesario, pero que coarta mi libertad.
[]Cedesin>
A veces pienso que tengo mucho. Otras veces pienso que no tengo nada. ¿Pero qué es lo que realmente tengo, tenemos?
Sí, yo pertenezco a una raza y a una nación. ¿Pero eso es algo que me da algo? ¿Puedo decir que eso me da algo? No, en todo caso me ha dado una cultura, una forma de ver la vida, una lengua y poco más.
Tengo una casa, un coche, un trabajo, mucho o poco dinero. ¿Pero puedo decir realmente que lo tengo? No, porque en todo caso eso no es mío en el sentido de formar parte de mí, es algo accesorio. Puedo decir que lo usufructo, lo uso, lo utilizo, pero no es mío.
Tengo una mujer, unos hijos, unos padres. ¿Pero puedo decir que sean míos?. No, porque ellos tienen una vida independiente. Viven conmigo, pero no son parte de mí. Tienen su propia vida. Tenemos unos lazos afectivos, emocionales, pero nunca podré decir que me pertenecen.
Tengo un cuerpo. Esto sí es parte de mí. A veces confundo a mi cuerpo, a mi cerebro conmigo mismo, pero en el fondo sé que no soy yo. Yo soy algo que se da cuenta de lo que tiene. Yo soy un centro de conciencia que para vivir en este mundo se ha lastrado con un cuerpo humano. Esto tampoco soy yo, pero sí, lo tengo. ¿O me tiene a mí? El hombre pasa por varios periodos en su desarrollo. En la primera parte de la vida, y hay gente que no conoce más que esto, el cuerpo me tiene a mí. El cerebro, mi “mente”, me tiene a mí. Es entonces cuando me convence que mi mente es solo producto de reacciones químicas y eléctricas. Que yo pienso con mi cerebro. Pero cuando uno evoluciona, se da cuenta de que esto no solo no es así, sino que es al contrario. Yo pienso y necesito esas neuronas para mantener en el mundo esos pensamientos. Para marcarlas como algo perdurable en el tiempo. Para hacerlos llegar a este mundo. Para ejecutar esas ideas y seguirlas en algo concreto. Como parte necesaria para ejercer mi voluntad. Es como la memoria de mi ordenador. Pero esa memoria ¿piensa?. No, sólo es un registro, que a través de la lógica y la razón establece paralelismos y equivalencias, pero que a veces es lo único evidente.
Yo soy un centro de conciencia y lo único que tengo en el mundo es un cuerpo que me permite mantener mis pensamientos y que no sean tan volátiles y poder moverme por el mundo. Pero este cuerpo tiene unas necesidades tan grandes, que pierdo mi libertad de pensar en lo abstracto. Es un lastre necesario, pero que coarta mi libertad.
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