La historia según la cual el Papa Benedicto XVI habría llamado a una supuesta prima suya en Australia, la señora Stefanie Brzakovic —miembro de los Testigos de Jehová—, para expresarle admiración por la labor evangelizadora de su confesión, no resiste el más mínimo análisis serio. A pesar de su difusión en medios como Il Giornale o Canberra Times, esta anécdota se basa exclusivamente en el testimonio no verificado de la propia Brzakovic. No existe respaldo documental, confirmación oficial del Vaticano, ni pruebas genealógicas que sostengan esta versión. A continuación, se expone con detalle por qué la historia es inverosímil desde múltiples perspectivas.
Genealogía: el parentesco es ficticio
La genealogía de Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI, es bien conocida y ha sido meticulosamente documentada a través de registros parroquiales y civiles en Baviera y el Tirol desde el siglo XVIII. Su madre, Maria Peintner Rieger (1884–1963), era hija de Isidor Rieger (1860–1912) y Maria Peintner (1855–1930). Isidor Rieger, a su vez, era hijo único de Johann Nepomuk Reiss (1831–1908) y Maria Anna Rieger (1829–†). De este modo, no existía ninguna rama colateral de la familia por parte de los Rieger o los Peintner que permitiera la existencia de una prima de segundo grado como Brzakovic.
En contraste, Stefanie Brzakovic (nacida Blabst) afirmó que su madre, Katharina Berger, era prima de la madre del Papa. Sin embargo, registros parroquiales alemanes muestran que Katharina Berger nació el 20 de agosto de 1894 en Garmisch, hija de Johann Berger y Barbara Bartl, ambos pertenecientes a familias que no figuran en ninguna parte del árbol genealógico de los Ratzinger, Rieger, Peintner, Tauber ni Reiss. Además, los apellidos Berger y Bartl nunca aparecen vinculados con ninguna línea ancestral del Papa. Dado que Isidor Rieger no tenía hermanos ni hermanas, es genealógicamente imposible que existiera un vínculo familiar entre Brzakovic y Joseph Ratzinger.
Geografía: los lugares no coinciden
Brzakovic declaró haber convivido con el joven Joseph Ratzinger durante la infancia en Weilheim, afirmando que sus familias vivían a unos “50 kilómetros de distancia”. Sin embargo, esto es geográficamente inexacto. La familia Ratzinger vivió en varias localidades del sudeste de Baviera: Tittmoning, Aschau am Inn y Hufschlag, cerca de Traunstein. Por otro lado, Weilheim in Oberbayern, donde la familia de Brzakovic habría vivido, se encuentra al oeste de Múnich. Entre ambas regiones hay más de 90 kilómetros por carretera, una distancia considerable para familias humildes en la década de 1930, cuando los viajes eran costosos y lentos. No existe evidencia alguna —ni registros escolares, ni parroquiales, ni censales— que confirme que ambas familias compartieron espacio geográfico al mismo tiempo. La afirmación de que los niños “jugaban juntos” carece totalmente de plausibilidad.
Lingüística: un apodo que delata el error
Según la versión de Brzakovic, el Papa la habría llamado después de ser elegido y se habría presentado como “Ratzinger Pepi”. Sin embargo, esto constituye un error lingüístico notorio. En el dialecto bávaro, los diminutivos comunes para Joseph son “Sepp” o “Sepperl”. El apodo “Pepi” es típico del dialecto vienés, propio de Austria, y prácticamente desconocido en la Alta Baviera de donde proviene el Papa. Familiares reales, como su prima Erika Kopper, siempre lo han llamado “Sepp”. Que Brzakovic recordara el apodo “Pepi” indica probablemente una construcción ficticia o, al menos, una memoria deformada que cuestiona seriamente la veracidad del relato.
La frase “mágica” y su origen: literatura repetitiva de los Testigos
La frase más citada de la supuesta llamada —“ustedes están haciendo el trabajo que nosotros deberíamos hacer”— encaja perfectamente con un patrón narrativo recurrente en la literatura de los Testigos de Jehová. Varias ediciones de la revista La Atalaya y ¡Despertad! desde los años 80 contienen anécdotas similares, en las que clérigos católicos o pastores protestantes alaban en privado la obra de predicación de los Testigos. En esos relatos, se repite casi textualmente que “las salas del Reino están llenas, mientras que nuestras iglesias están vacías”, reforzando la idea de que incluso los líderes religiosos del “mundo” reconocen en secreto la verdad del mensaje de los Testigos. La cita atribuida a Benedicto XVI es una variación demasiado precisa de estas fórmulas para que se trate de una coincidencia. En realidad, es mucho más probable que esta frase haya sido adaptada por la propia Brzakovic —consciente o inconscientemente— a partir de estos relatos circulantes dentro de su comunidad.
Silencio del Vaticano y ausencia de pruebas
No existe ninguna confirmación por parte del Vaticano de que Benedicto XVI haya llamado alguna vez a Stefanie Brzakovic. No se emitió ningún comunicado oficial, no se registró ningún encuentro durante la visita papal a Sídney en 2008, ni se mencionó esta llamada en ningún documento del protocolo pontificio. Es más, si un Papa realmente se hubiera comunicado con una familiar no vista en décadas, especialmente perteneciente a un grupo religioso contrario al catolicismo, los medios católicos (y también los medios seculares) lo habrían documentado extensamente. En cambio, ni siquiera La Atalaya, que suele publicar testimonios de figuras públicas que alaban indirectamente a los Testigos, ha reproducido esta historia. Ese silencio editorial sugiere que incluso dentro de la organización se reconoce la falta de base verificable.
Conclusión: una leyenda cómoda, pero sin fundamento
El caso de Stefanie Brzakovic se mantiene vivo únicamente porque encaja perfectamente con las aspiraciones emocionales y narrativas de la comunidad de los Testigos de Jehová. Representa la figura poderosa (el Papa) que, en la intimidad, confiesa la superioridad espiritual de los humildes (los Testigos). Pero cuando se examina con rigor documental —analizando genealogía, geografía, dialecto y fuentes—, la historia se desploma. No hay parentesco, no hay coincidencia territorial, no hay coherencia lingüística, ni hay pruebas materiales. Lo que queda es una anécdota sin sustento, que sobrevive por su utilidad como mito edificante, pero que resulta completamente inverosímil para cualquier lector que valore la veracidad histórica y la fidelidad a los hechos.
Por todo esto, la afirmación de que el Papa Benedicto XVI admiraba a una prima Testigo de Jehová no es más que una construcción sin base real, y debe ser entendida como tal: una ficción piadosa útil para reforzar una identidad religiosa, pero carente de cualquier sustento en la realidad.