Dice Leonardo y Clodovis Boff que "Toda teología verdadera brota de una espiritualidad, esto es del verdadero encuentro de Dios con la historia."[3] En una conferencia recuerdo haber escuchado a Luís Segundo decir algo así como que "espiritualidad es el espíritu con que se ve la realidad". En otras palabras, no se puede predicar espiritualidad sin condenar el pecado que lleva a la pobreza y marginalidad.
No hace falta enumerar este pecado, sólo unos mínimos datos de nuestra vida en el tercer mundo que son totalmente ignorados por los cristianos del imperio:
· Quinientos millones de personas tienen hambre;
· Mil seiscientos millones de personas cuya vida probable es de menos de sesenta años (cuando en los países desarrollados una persona llega a los cuarenta y cinco años se dice que llega a la edad madura; pero en África y en América Latina una persona tiene poca esperanza de llegar a esa edad);
· Mil millones de personas viven en la pobreza absoluta; mil quinientos millones no tienen el más mínimo acceso a cuidado médico;
· quinientos millones están sin trabajo o sólo con trabajo ocasional, y un ingreso anual de menos de US $150.- (cuarenta centavos de dólar diario)
· Ochocientos millones son analfabetas;
· Dos mil millones no tienen suministro de agua potable.[4]
Estos datos no sólo son reales sino que son ignorados, como ya dijimos por un cristianismo descarnado que reduce su definición de pecado a cuestiones individuales, que no toman en cuenta el carácter social del Evangelio y que así se hacen cómplices de quienes cometen estos delitos; o como dice Pablo: "no sólo lo practican sino que se complacen amparando a quienes lo hacen" (Romanos 1:32)
Pero debemos decir también que la definición bíblica de pobre, no es simplemente "aquellos que carecen de dinero". Hablamos en primer lugar, de lo que Boff llama "el pobre colectivo"[5], el pobre no sólo como fenómeno económico sino también social.
Pues entonces cuando hablamos de pobres, del proletariado, estamos hablando de un fenómeno social que abarca a todos los marginados de este sistema. Los económicamente pobres, los educacionalmente pobres, los marginados por ser diferentes, los marginados por raza, color de piel, nacionalidad, sexualidad, género, discapacidad, etc. Cuando Jesús dijo bienaventurados los pobres se refería a todos los marginados; cuando hablamos del dolor de los que sufren injusticias, estamos hablando del dolor del crucificado.
Construir desde el cristianismo
Construir desde el cristianismo es construir desde las bases.
Así lo relata toda la Biblia, pero hacemos referencia específica a un sueño que interpreta Daniel (el Apocalipsis del Antiguo Testamento).
En dicho sueño, Nabucodonosor, el rey opresor, sueña con una estatua construida de diferentes metales comenzando por la cabeza de oro y terminando en los pies de una extraña mezcla de hierro y barro. Daniel interpreta ese sueño diciéndole a Nabucodonosor que cada metal de la estatua representa un imperio, y que esos imperios iban a ser destruidos cuando (según el sueño) una piedra golpee los débiles pies, destruyan la base del imperialismo mundial y crezca desde allí una nueva sociedad.
Una nueva sociedad construida con valores opuestos virtualmente a los valores del imperio.
Una nueva sociedad construida sobre la destrucción del proyecto imperialista.
Una nueva sociedad con salud para todos, educación gratuita para todos, trabajo, justicia e igualdad de derecho.
Una nueva sociedad construida por Dios mismo desde abajo, desde los marginados del sistema destruido. Desde los pobres, marginados, discapacitados y crucificados de un imperio de muerte destruido, o tal vez autodestruido por sus propias contradicciones.
Una nueva sociedad a la que la Biblia llama Reino de Dios y que su profeta contemporáneo más prominente la dio en llamar "el Hombre Nuevo", un hombre capaz de sentir en lo más profundo de su corazón el dolor y la injusticia cometidos a cualquier persona en cualquier lugar del mundo
No hace falta enumerar este pecado, sólo unos mínimos datos de nuestra vida en el tercer mundo que son totalmente ignorados por los cristianos del imperio:
· Quinientos millones de personas tienen hambre;
· Mil seiscientos millones de personas cuya vida probable es de menos de sesenta años (cuando en los países desarrollados una persona llega a los cuarenta y cinco años se dice que llega a la edad madura; pero en África y en América Latina una persona tiene poca esperanza de llegar a esa edad);
· Mil millones de personas viven en la pobreza absoluta; mil quinientos millones no tienen el más mínimo acceso a cuidado médico;
· quinientos millones están sin trabajo o sólo con trabajo ocasional, y un ingreso anual de menos de US $150.- (cuarenta centavos de dólar diario)
· Ochocientos millones son analfabetas;
· Dos mil millones no tienen suministro de agua potable.[4]
Estos datos no sólo son reales sino que son ignorados, como ya dijimos por un cristianismo descarnado que reduce su definición de pecado a cuestiones individuales, que no toman en cuenta el carácter social del Evangelio y que así se hacen cómplices de quienes cometen estos delitos; o como dice Pablo: "no sólo lo practican sino que se complacen amparando a quienes lo hacen" (Romanos 1:32)
Pero debemos decir también que la definición bíblica de pobre, no es simplemente "aquellos que carecen de dinero". Hablamos en primer lugar, de lo que Boff llama "el pobre colectivo"[5], el pobre no sólo como fenómeno económico sino también social.
Pues entonces cuando hablamos de pobres, del proletariado, estamos hablando de un fenómeno social que abarca a todos los marginados de este sistema. Los económicamente pobres, los educacionalmente pobres, los marginados por ser diferentes, los marginados por raza, color de piel, nacionalidad, sexualidad, género, discapacidad, etc. Cuando Jesús dijo bienaventurados los pobres se refería a todos los marginados; cuando hablamos del dolor de los que sufren injusticias, estamos hablando del dolor del crucificado.
Construir desde el cristianismo
Construir desde el cristianismo es construir desde las bases.
Así lo relata toda la Biblia, pero hacemos referencia específica a un sueño que interpreta Daniel (el Apocalipsis del Antiguo Testamento).
En dicho sueño, Nabucodonosor, el rey opresor, sueña con una estatua construida de diferentes metales comenzando por la cabeza de oro y terminando en los pies de una extraña mezcla de hierro y barro. Daniel interpreta ese sueño diciéndole a Nabucodonosor que cada metal de la estatua representa un imperio, y que esos imperios iban a ser destruidos cuando (según el sueño) una piedra golpee los débiles pies, destruyan la base del imperialismo mundial y crezca desde allí una nueva sociedad.
Una nueva sociedad construida con valores opuestos virtualmente a los valores del imperio.
Una nueva sociedad construida sobre la destrucción del proyecto imperialista.
Una nueva sociedad con salud para todos, educación gratuita para todos, trabajo, justicia e igualdad de derecho.
Una nueva sociedad construida por Dios mismo desde abajo, desde los marginados del sistema destruido. Desde los pobres, marginados, discapacitados y crucificados de un imperio de muerte destruido, o tal vez autodestruido por sus propias contradicciones.
Una nueva sociedad a la que la Biblia llama Reino de Dios y que su profeta contemporáneo más prominente la dio en llamar "el Hombre Nuevo", un hombre capaz de sentir en lo más profundo de su corazón el dolor y la injusticia cometidos a cualquier persona en cualquier lugar del mundo