Cuenta la leyenda adventista que en el año 1846 una tal Elena G. de White tuvo una "visión astronómica" en la que ella, ayudada por certeros movimientos de sus brazos y del resto de su cuerpo, atravesaba intrépidamente el espacio sideral para facilitar su aproximación a ciertos astros celestes, cuyos habitantes, altos y majestuosos, dijo haber observado. En uno de esos astros conoció de primerísima mano nada más y nada menos que a Enoc, que hacía turismo en el planeta en cuestión.
En el momento de esa "visión astronómica" tan turística, había varias personas presentes, que luego la relataron. Lo más llamativo es que la tal Elena G. de White fue capaz de contar las lunas que orbitaban en torno a un par de planetas. No se nos informa si eso lo hizo mientras charlaba amigablemente con Enoc y con los oriundos de esos planetas, sencillamente, mirando al cielo, o si su recuento de las lunas lo hizo desde el espacio, mientras "volaba" hábilmente gracias al vigoroso aleteo de sus brazos. El caso es que su cómputo de las lunas de esos planetas turísticos convenció a uno de los presentes, un tal José Bates, aficionado a la astronomía (como otros lo son a los escarabajos), acerca de lo "genuino" del "don" de la visionaria voladora. "Casualmente", las lunas que la tal Elena G. de White dijo que tenían esos planetas "turísticos" coincidía con las lunas por entonces conocidas de Júpiter y Saturno, y esa fue la razón por la que el tal Bates aceptó la "visión" astronómico-turística de la tal White.
Ahora los "fieles" adventistas se quejan amargamente de que se use el mismo tipo de razonamiento que usó Bates para rechazar el "don" de la tal White. Después de todo, si el número "casualmente" coincidente con las de Júpiter y Saturno de las lunas de los planetas turísticos sirvió para que el tal Bates aceptase el "don" de la tal White, seguramente el número discrepante de tales lunas con las muchísimas más que ahora se sabe que tienen Júpiter y Saturno servirá también para rechazar el "don" de aquella visionaria voladora. Pero los "fieles" adventistas nos vienen ahora con el cuentecito de que Elena G. de White nunca nombró los planetas turísticos en cuestión, y que la identificación con Júpiter y Saturno es "un error" malintencionado de "los detractores". Bien, veamos, si es que es un error, de quién fue el error.
En el año 1905 un individuo llamado John Norton Loughborough, adventista del séptimo día, publicó una obra propagandística titulada The Great Second Advent Movement (El gran movimiento [sic] de la segunda venida). Esta fechoría se perpetró en la editorial adventista del séptimo día llamada Review and Herald. El libro fue republicado en 1992 por la misma editorial. Según confesión explícita, la obra original se produjo en respuesta a la petición expresa de la tal Elena G. de White, que estaba muy interesada en que se contaran las "historias" de los "pioneros":
"When the plates of the book burned in the Review fire, he revised and updated his eyewitness account, and renamed it The Great Second Advent Movement, printing it in 1905, just when Ellen White was calling for the pioneers' stories to be told" (información tomada de la página adventista http://www.aplib.org/Book.htm).
Pues bien, en este libro escrito por un autor adventista, publicado por una editorial adventista, siguiendo el expreso deseo de la tal Elena G. de White, se contiene el siguiente interesantísimo párrafo, obra de una creyente en el "don" de la visionaria voladora, testigo presencial de aquella visión astronómico-turística. La testigo se llamaba "Sra. Truesdail":
"Sister White was in very feeble health, and while prayers were offered in her behalf, the Spirit of God rested upon us. We soon noticed that she was insensible to earthly things. This was her first view of the planetary world. After counting aloud the moons of Jupiter, and soon after those of Saturn, she gave a beautiful description of the rings of the latter. She then said, 'The inhabitants are a tall, majestic people, so unlike the inhabitants of earth. Sin has never entered here" (The Great Second Advent Movement, páginas 260-261).
La traducción es la siguiente: "La Hermana White estaba muy débil de salud, y, mientras se elevaban oraciones en su favor, el Espíritu de Dios descansó sobre nosotros. Pronto notamos que ella era insensible a las cosas terrenales. Esta fue su primera visión del mundo planetario. Tras contar las lunas de Júpiter, y poco después las de Saturno, dio una bella descripción de los anillos de este. Luego dijo: 'Los habitantes son personas altas y majestuosas, muy distintas de los habitantes de la Tierra. El pecado nunca ha entrado aquí'".
¡Qué interesante testimonio el de los adventistas, con sus visionarios adventistas, sus testigos presenciales adventistas, sus autores adventistas y sus editoriales adventistas!
Pero resulta que no solo tenemos el testimonio de la adventista "Sra. Truesdail" recogido por el adventista John Norton Loughborough, publicado en la editorial adventista Review and Herald en respuesta al deseo de la adventista Elena G. de White, sino que tenemos también el testimonio del amado esposo de esta última, un tal Jaime White (o James, en inglés), también adventista, también testigo presencial de los viajecitos interplanetarios de la tal White, y "pastor" adventista por más señas. En un opúsculo editado por él y pagado, entre otras cosas, con los bienes de él y de su visionaria esposa, escribió lo siguiente:
"At our conference in Topsham, Maine, last Nov., Ellen had a vision of the handy works of God. She was guided to the planets Jupiter, Saturn, and I think one more. After she came out of vision, she could give a clear description of their Moons, etc. It is well known, that she knew nothing of astronomy, and could not answer one question in relation to the planets, before she had this vision" (A Word to the Little Flock", página 22).
Traducción: "En nuestro congreso de Topsham, Maine, el pasado noviembre, Elena tuvo una visión de las obras de Dios. Fue guiada a los planetas Júpiter, Saturno y creo que a uno más. Después de salir de la visión, pudo dar una clara descripción de sus lunas, etc. Es perfectamente conocido que ella no sabía nada de astronomía, y no podía contestar ni una pregunta en relación a los planetas antes de que tuviera esta visión".
También es enormemente instructivo que, según el esposo “pastor” de la tal White, esta pudiera dar “una clara descripción” de las lunas. Así, parece que esa “descripción” tan “clara” no se distinguía por su inconcreción o por su indefinición. No señor. Era una descripción “clara”, de modo que, en lo sucesivo, después de tal viajecito astronómico-turístico, la tal White ya no tendría que quedarse callada por no saber nada de astronomía sin contestar ni una pregunta “en relación a los planetas”. Tras su vuelo por los espacios más allá de nuestra atmósfera, la tal White ya tenía nociones “en relación a LOS PLANETAS”, pues era capaz de dar una “clara descripción” de las lunas de LOS PLANETAS.
Muy bien. Parece que a adventistas del relieve de Jaime White y John Norton Loughborough no se les ocurrió que la tal White hubiera podido contemplar planetas y lunas de otras estrellas (concepto poco habitual por entonces). Sin duda, se sintieron satisfechos por la “clara descripción” que la visionaria voladora fue “capaz” dar de las lunas de LOS PLANETAS (no de UNOS planetas, sino de LOS planetas). ¡Qué curioso!
Parece que LOS planetas por los que volaba la imaginación calenturienta de la tal White han sido perfectamente identificados para nosotros por los testigos presenciales (adventistas todos) de aquel grotesco garbeo por nuestro sistema solar. Y fueron publicadas por editoriales adventistas. Y aprobadas por sus juntas de gobierno EN VIDA de la visionaria voladora. Y esta no tuvo a bien “corregir” las gráficas descripciones de sus estrechos colaboradores. Después de todo, ¿para qué corregir una “clara descripción” de las lunas de LOS planetas?
En el momento de esa "visión astronómica" tan turística, había varias personas presentes, que luego la relataron. Lo más llamativo es que la tal Elena G. de White fue capaz de contar las lunas que orbitaban en torno a un par de planetas. No se nos informa si eso lo hizo mientras charlaba amigablemente con Enoc y con los oriundos de esos planetas, sencillamente, mirando al cielo, o si su recuento de las lunas lo hizo desde el espacio, mientras "volaba" hábilmente gracias al vigoroso aleteo de sus brazos. El caso es que su cómputo de las lunas de esos planetas turísticos convenció a uno de los presentes, un tal José Bates, aficionado a la astronomía (como otros lo son a los escarabajos), acerca de lo "genuino" del "don" de la visionaria voladora. "Casualmente", las lunas que la tal Elena G. de White dijo que tenían esos planetas "turísticos" coincidía con las lunas por entonces conocidas de Júpiter y Saturno, y esa fue la razón por la que el tal Bates aceptó la "visión" astronómico-turística de la tal White.
Ahora los "fieles" adventistas se quejan amargamente de que se use el mismo tipo de razonamiento que usó Bates para rechazar el "don" de la tal White. Después de todo, si el número "casualmente" coincidente con las de Júpiter y Saturno de las lunas de los planetas turísticos sirvió para que el tal Bates aceptase el "don" de la tal White, seguramente el número discrepante de tales lunas con las muchísimas más que ahora se sabe que tienen Júpiter y Saturno servirá también para rechazar el "don" de aquella visionaria voladora. Pero los "fieles" adventistas nos vienen ahora con el cuentecito de que Elena G. de White nunca nombró los planetas turísticos en cuestión, y que la identificación con Júpiter y Saturno es "un error" malintencionado de "los detractores". Bien, veamos, si es que es un error, de quién fue el error.
En el año 1905 un individuo llamado John Norton Loughborough, adventista del séptimo día, publicó una obra propagandística titulada The Great Second Advent Movement (El gran movimiento [sic] de la segunda venida). Esta fechoría se perpetró en la editorial adventista del séptimo día llamada Review and Herald. El libro fue republicado en 1992 por la misma editorial. Según confesión explícita, la obra original se produjo en respuesta a la petición expresa de la tal Elena G. de White, que estaba muy interesada en que se contaran las "historias" de los "pioneros":
"When the plates of the book burned in the Review fire, he revised and updated his eyewitness account, and renamed it The Great Second Advent Movement, printing it in 1905, just when Ellen White was calling for the pioneers' stories to be told" (información tomada de la página adventista http://www.aplib.org/Book.htm).
Pues bien, en este libro escrito por un autor adventista, publicado por una editorial adventista, siguiendo el expreso deseo de la tal Elena G. de White, se contiene el siguiente interesantísimo párrafo, obra de una creyente en el "don" de la visionaria voladora, testigo presencial de aquella visión astronómico-turística. La testigo se llamaba "Sra. Truesdail":
"Sister White was in very feeble health, and while prayers were offered in her behalf, the Spirit of God rested upon us. We soon noticed that she was insensible to earthly things. This was her first view of the planetary world. After counting aloud the moons of Jupiter, and soon after those of Saturn, she gave a beautiful description of the rings of the latter. She then said, 'The inhabitants are a tall, majestic people, so unlike the inhabitants of earth. Sin has never entered here" (The Great Second Advent Movement, páginas 260-261).
La traducción es la siguiente: "La Hermana White estaba muy débil de salud, y, mientras se elevaban oraciones en su favor, el Espíritu de Dios descansó sobre nosotros. Pronto notamos que ella era insensible a las cosas terrenales. Esta fue su primera visión del mundo planetario. Tras contar las lunas de Júpiter, y poco después las de Saturno, dio una bella descripción de los anillos de este. Luego dijo: 'Los habitantes son personas altas y majestuosas, muy distintas de los habitantes de la Tierra. El pecado nunca ha entrado aquí'".
¡Qué interesante testimonio el de los adventistas, con sus visionarios adventistas, sus testigos presenciales adventistas, sus autores adventistas y sus editoriales adventistas!
Pero resulta que no solo tenemos el testimonio de la adventista "Sra. Truesdail" recogido por el adventista John Norton Loughborough, publicado en la editorial adventista Review and Herald en respuesta al deseo de la adventista Elena G. de White, sino que tenemos también el testimonio del amado esposo de esta última, un tal Jaime White (o James, en inglés), también adventista, también testigo presencial de los viajecitos interplanetarios de la tal White, y "pastor" adventista por más señas. En un opúsculo editado por él y pagado, entre otras cosas, con los bienes de él y de su visionaria esposa, escribió lo siguiente:
"At our conference in Topsham, Maine, last Nov., Ellen had a vision of the handy works of God. She was guided to the planets Jupiter, Saturn, and I think one more. After she came out of vision, she could give a clear description of their Moons, etc. It is well known, that she knew nothing of astronomy, and could not answer one question in relation to the planets, before she had this vision" (A Word to the Little Flock", página 22).
Traducción: "En nuestro congreso de Topsham, Maine, el pasado noviembre, Elena tuvo una visión de las obras de Dios. Fue guiada a los planetas Júpiter, Saturno y creo que a uno más. Después de salir de la visión, pudo dar una clara descripción de sus lunas, etc. Es perfectamente conocido que ella no sabía nada de astronomía, y no podía contestar ni una pregunta en relación a los planetas antes de que tuviera esta visión".
También es enormemente instructivo que, según el esposo “pastor” de la tal White, esta pudiera dar “una clara descripción” de las lunas. Así, parece que esa “descripción” tan “clara” no se distinguía por su inconcreción o por su indefinición. No señor. Era una descripción “clara”, de modo que, en lo sucesivo, después de tal viajecito astronómico-turístico, la tal White ya no tendría que quedarse callada por no saber nada de astronomía sin contestar ni una pregunta “en relación a los planetas”. Tras su vuelo por los espacios más allá de nuestra atmósfera, la tal White ya tenía nociones “en relación a LOS PLANETAS”, pues era capaz de dar una “clara descripción” de las lunas de LOS PLANETAS.
Muy bien. Parece que a adventistas del relieve de Jaime White y John Norton Loughborough no se les ocurrió que la tal White hubiera podido contemplar planetas y lunas de otras estrellas (concepto poco habitual por entonces). Sin duda, se sintieron satisfechos por la “clara descripción” que la visionaria voladora fue “capaz” dar de las lunas de LOS PLANETAS (no de UNOS planetas, sino de LOS planetas). ¡Qué curioso!
Parece que LOS planetas por los que volaba la imaginación calenturienta de la tal White han sido perfectamente identificados para nosotros por los testigos presenciales (adventistas todos) de aquel grotesco garbeo por nuestro sistema solar. Y fueron publicadas por editoriales adventistas. Y aprobadas por sus juntas de gobierno EN VIDA de la visionaria voladora. Y esta no tuvo a bien “corregir” las gráficas descripciones de sus estrechos colaboradores. Después de todo, ¿para qué corregir una “clara descripción” de las lunas de LOS planetas?