Cuanto más alta es la capacidad de perdonar de una persona, mejor es su estado de salud
Los rencores pueden generar estrés, ideas de venganza que impiden razonar, insomnio, falta de apetito y así, generar enfermedad
Por El Tiempo/ GDA
Perdonar es sanador: hoy este enunciado, que es un principio de fe reconocido por la mayoría de las religiones, no sólo vale para describir el impacto benéfico que este acto tiene en el plano espiritual de las personas.
Pese a que la del perdón es una ciencia nueva, ya tiene en su haber evidencia que indica que cuanto más alta es la capacidad de perdonar de una persona, mejor es su estado de salud.
El estudio 'Forgiveness and Physical Health', de la Universidad de Wisconsin, encontró que la intensidad con la cual perdonan las personas está relacionada con distintas enfermedades: cuanto más perdonaron, menos las padecieron y viceversa. Lo interesante es que esta relación se mantuvo constante en el corto plazo para lo físico y un poco más a largo plazo para lo emocional.
Los investigadores determinaron la relación entre perdón y salud, de acuerdo con la frecuencia de algunos síntomas reportados. En otro trabajo clásico sobre el tema, científicos de la Universidad de Tennesse pidieron a un grupo de estudiantes con antecedentes de maltrato de sus padres, de sus amigos o de sus parejas, que recordaran los sucesos más traumáticos; luego se les midió la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y la tensión muscular, así como su nivel de sudoración.
Comprobaron que aquellos que habían perdonado a los agresores presentaron niveles bajos en estas variables, y reportaron menos estrés y síntomas físicos de enfermedades, comparados con los que no habían podido olvidar ni perdonar lo que les habían hecho.
Finalmente, durante el estudio holandés 'Concesiones, perdón o albergar rencores' ('Science') se pidió a estudiantes que imaginaran haber perdonado a su agresor y que rechazaran las actitudes de venganza; les permitían intercalar estos pensamientos con "periodos para ejercitar su rencor". En estos últimos, los participantes manifestaban sentirse menos cómodos y con menor capacidad para controlarse; su presión arterial y su ritmo cardiaco se aumentaban en estas etapas. El resentimiento, según los resultados del estudio, podía afectar el sistema nervioso a corto plazo.
Para explicar hasta qué punto las emociones negativas pueden afectar la salud, Fred Luskin, psicólogo y director del Proyecto del Perdón de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), las equipara a aviones que vuelan durante días y semanas sin aterrizar; de acuerdo con el experto, "los aviones del rencor se convierten en fuente de estrés, y con frecuencia el resultado es un choque".
El ex sacerdote y conferencista Gonzalo Gallo, experto en el tema, dice que si bien el rencor es un volcán en continua erupción, la gente no lo nota, "es un fuego que quema por dentro, consume a la persona y la enferma emocionalmente".
En ese sentido, manifiesta que hay tres tipos de sanación: "La espiritual en la que la persona, aunque siga con una enfermedad, manifiesta bienestar; la emocional, que permite a la gente liberarse de sentimientos dañinos, y la física, que la gente interpreta como milagros; aunque algunos médicos no creen en ella, otros llegan a comprobar que hay males que desaparecen", asegura Gallo.
¿Qué le pasa al organismo?
Para algunos médicos, la lógica del asunto radica en que los rencores, el odio y el malestar invaden la corteza cerebral, con lo que el pensamiento y todas las actitudes acaban enfocadas en el agresor; en consecuencia, se producen ideaciones de venganza, que limitan la capacidad para razonar; esto se manifiesta con malestares e inquietud, que pueden enmarcarse en un síndrome de estrés y en cuadros de depresión. Todo esto repercute en las estructuras orgánicas.
El afectado empieza a no dormir y a sufrir alteraciones del apetito. Con el tiempo, esta situación compromete el sistema neuroendocrino, se alteran las hormonas, se bajan las defensas y las personas se vuelven vulnerables a infecciones y a la manifestación de trastornos y condiciones premórbidas; en últimas, aparece la enfermedad.
Si es tan claro que liberarse de rencores sería una forma de mantener a raya muchos problemas de salud, ¿por qué no simplemente decirle a la gente que empiece a perdonar?
La respuesta es que perdonar no es un proceso sencillo. Según una encuesta de la Universidad de Michigan el 75 por ciento de los adultos que participaron en ella dijeron estar seguros de que Dios los había perdonado por errores pasados, pero sólo la mitad de ellos afirmaron que habían podido perdonar a quienes les habían hecho daño. En otras palabras, para la gente es más sencillo ser perdonada que perdonar.
Los rencores pueden generar estrés, ideas de venganza que impiden razonar, insomnio, falta de apetito y así, generar enfermedad
Por El Tiempo/ GDA
Perdonar es sanador: hoy este enunciado, que es un principio de fe reconocido por la mayoría de las religiones, no sólo vale para describir el impacto benéfico que este acto tiene en el plano espiritual de las personas.
Pese a que la del perdón es una ciencia nueva, ya tiene en su haber evidencia que indica que cuanto más alta es la capacidad de perdonar de una persona, mejor es su estado de salud.
El estudio 'Forgiveness and Physical Health', de la Universidad de Wisconsin, encontró que la intensidad con la cual perdonan las personas está relacionada con distintas enfermedades: cuanto más perdonaron, menos las padecieron y viceversa. Lo interesante es que esta relación se mantuvo constante en el corto plazo para lo físico y un poco más a largo plazo para lo emocional.
Los investigadores determinaron la relación entre perdón y salud, de acuerdo con la frecuencia de algunos síntomas reportados. En otro trabajo clásico sobre el tema, científicos de la Universidad de Tennesse pidieron a un grupo de estudiantes con antecedentes de maltrato de sus padres, de sus amigos o de sus parejas, que recordaran los sucesos más traumáticos; luego se les midió la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y la tensión muscular, así como su nivel de sudoración.
Comprobaron que aquellos que habían perdonado a los agresores presentaron niveles bajos en estas variables, y reportaron menos estrés y síntomas físicos de enfermedades, comparados con los que no habían podido olvidar ni perdonar lo que les habían hecho.
Finalmente, durante el estudio holandés 'Concesiones, perdón o albergar rencores' ('Science') se pidió a estudiantes que imaginaran haber perdonado a su agresor y que rechazaran las actitudes de venganza; les permitían intercalar estos pensamientos con "periodos para ejercitar su rencor". En estos últimos, los participantes manifestaban sentirse menos cómodos y con menor capacidad para controlarse; su presión arterial y su ritmo cardiaco se aumentaban en estas etapas. El resentimiento, según los resultados del estudio, podía afectar el sistema nervioso a corto plazo.
Para explicar hasta qué punto las emociones negativas pueden afectar la salud, Fred Luskin, psicólogo y director del Proyecto del Perdón de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), las equipara a aviones que vuelan durante días y semanas sin aterrizar; de acuerdo con el experto, "los aviones del rencor se convierten en fuente de estrés, y con frecuencia el resultado es un choque".
El ex sacerdote y conferencista Gonzalo Gallo, experto en el tema, dice que si bien el rencor es un volcán en continua erupción, la gente no lo nota, "es un fuego que quema por dentro, consume a la persona y la enferma emocionalmente".
En ese sentido, manifiesta que hay tres tipos de sanación: "La espiritual en la que la persona, aunque siga con una enfermedad, manifiesta bienestar; la emocional, que permite a la gente liberarse de sentimientos dañinos, y la física, que la gente interpreta como milagros; aunque algunos médicos no creen en ella, otros llegan a comprobar que hay males que desaparecen", asegura Gallo.
¿Qué le pasa al organismo?
Para algunos médicos, la lógica del asunto radica en que los rencores, el odio y el malestar invaden la corteza cerebral, con lo que el pensamiento y todas las actitudes acaban enfocadas en el agresor; en consecuencia, se producen ideaciones de venganza, que limitan la capacidad para razonar; esto se manifiesta con malestares e inquietud, que pueden enmarcarse en un síndrome de estrés y en cuadros de depresión. Todo esto repercute en las estructuras orgánicas.
El afectado empieza a no dormir y a sufrir alteraciones del apetito. Con el tiempo, esta situación compromete el sistema neuroendocrino, se alteran las hormonas, se bajan las defensas y las personas se vuelven vulnerables a infecciones y a la manifestación de trastornos y condiciones premórbidas; en últimas, aparece la enfermedad.
Si es tan claro que liberarse de rencores sería una forma de mantener a raya muchos problemas de salud, ¿por qué no simplemente decirle a la gente que empiece a perdonar?
La respuesta es que perdonar no es un proceso sencillo. Según una encuesta de la Universidad de Michigan el 75 por ciento de los adultos que participaron en ella dijeron estar seguros de que Dios los había perdonado por errores pasados, pero sólo la mitad de ellos afirmaron que habían podido perdonar a quienes les habían hecho daño. En otras palabras, para la gente es más sencillo ser perdonada que perdonar.