Hace poco que el Señor me ha llevado a comprender algo muy edificante para mí, lo cual me nace del Señor compartiros y lo iré haciendo en fragmentos, para no hacer pesada su lectura.
Hermanos, cuántas veces nos ocurre que hacemos algo, sin intención de hacerlo mal, pero que en nuestra humanidad cometemos errores que nos llevan a mal resultado y que, no obstante, dentro nuestro sabemos que tenemos dos opciones: una es repararlo, la otra dejarlo tal cual... y, no nos hacemos un lío mundial?... porque ¡cuánto nos cuesta hacer lo que debemos!.
Según la palabra de Dios en Romanos 7:18-22 en nuestra carne hay tendencia a hacer el mal, vers 23 "Pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar (en sentido espiritual): es la ley del pecado que mora en mí y que me lleva cautivo".En Génesis 1:26 podemos ver que "entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza..." entonces Dios dijo a sí mismo, a todo de Sí mismo; determinando sobre todos los aspectos de su trinidad: ¡hagamos!... "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"
Sabemos que la fe en Dios, según Romanos 10:17, viene por el oír y por el oír: por la palabra de Dios. Pero, hermanos, oímos siempre la voz de Dios?, porque aquello que oímos, como le ocurrió a Eva, también nos puede llevar a "olvidar" lo que creemos para creer en otras cosas; mucha atención... hay una voz dentro de tí que te insta, te replica y te repica algo como tu decálogo y tus argumentos para seguir la dirección contraria al Espíritu; una opción de orgullo, de egocentrismo, de no reconocimiento de nuestros errores, de no comprensión con el otro, de no perdón... en fin: de no reparación.
La carne, cuando actuamos según ella, obra en nosotros como una cáscara que obstruye nuestra comunión:
1º. Con nosotros mismos, no estamos de acuerdo con nosotros mismos, no alcanzamos felicidad porque ésta nos adentra en su camino y, es como si quisiéramos no escuchar la voz del Espíritu que nos redarguye para dejarnos llevar por la carne a donde solamente pueden ocurrir otras transgresiones.
2º. Con Dios.
Y 3º. Con los demás, porque nos hace desérticos en nuestra capacidad de amar. La palabra de Dios dice que aquél que no puede amar a su hermano a quien vé, tampoco puede amar a Dios a quien no vé.
Hermanos, cuántas veces nos ocurre que hacemos algo, sin intención de hacerlo mal, pero que en nuestra humanidad cometemos errores que nos llevan a mal resultado y que, no obstante, dentro nuestro sabemos que tenemos dos opciones: una es repararlo, la otra dejarlo tal cual... y, no nos hacemos un lío mundial?... porque ¡cuánto nos cuesta hacer lo que debemos!.
Según la palabra de Dios en Romanos 7:18-22 en nuestra carne hay tendencia a hacer el mal, vers 23 "Pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar (en sentido espiritual): es la ley del pecado que mora en mí y que me lleva cautivo".En Génesis 1:26 podemos ver que "entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza..." entonces Dios dijo a sí mismo, a todo de Sí mismo; determinando sobre todos los aspectos de su trinidad: ¡hagamos!... "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"
Sabemos que la fe en Dios, según Romanos 10:17, viene por el oír y por el oír: por la palabra de Dios. Pero, hermanos, oímos siempre la voz de Dios?, porque aquello que oímos, como le ocurrió a Eva, también nos puede llevar a "olvidar" lo que creemos para creer en otras cosas; mucha atención... hay una voz dentro de tí que te insta, te replica y te repica algo como tu decálogo y tus argumentos para seguir la dirección contraria al Espíritu; una opción de orgullo, de egocentrismo, de no reconocimiento de nuestros errores, de no comprensión con el otro, de no perdón... en fin: de no reparación.
La carne, cuando actuamos según ella, obra en nosotros como una cáscara que obstruye nuestra comunión:
1º. Con nosotros mismos, no estamos de acuerdo con nosotros mismos, no alcanzamos felicidad porque ésta nos adentra en su camino y, es como si quisiéramos no escuchar la voz del Espíritu que nos redarguye para dejarnos llevar por la carne a donde solamente pueden ocurrir otras transgresiones.
2º. Con Dios.
Y 3º. Con los demás, porque nos hace desérticos en nuestra capacidad de amar. La palabra de Dios dice que aquél que no puede amar a su hermano a quien vé, tampoco puede amar a Dios a quien no vé.