Sobre la muerte y el morir
¿Dónde están los muertos?, se pregunta con cierta frecuencia. Pues bien, contra toda tradición y según lo enseña el Nuevo Testamento, los muertos simplemente están dormidos.
Sé que esta postura es de las menos populares o tradicionales, pero creo que debemos recordar que las enseñanzas de Jesús tampoco eran agradables al oído de los fariseos, y no sonaban muy ortodoxas a sus discípulos; por eso unos lo odiaban y los otros lo abandonaban. Dice el evangelista Juan que, de hecho, “al escucharlo, muchos de sus discípulos exclamaron: ‘Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?’[...] Desde entonces muchos de sus discípulos le dieron la espalda y ya no andaban con él” (Juan 6: 60, 66. NVI.).
Muchos creyentes sinceros han malentendido 2ª Corintios 5:8, que dice “…pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” La mayoría de los grupos denominacionales usan este versículo —aunque muchas veces de manera inadecuada— para probar que los creyentes en Cristo vamos directamente con el Señor en una existencia anímica inmediatamente posterior a la muerte. Pero la anterior no es más que una frase aislada y no tiene un sentido correcto si la usamos fuera del contexto. Como dice el adagio: “Un texto fuera de contexto solo es un pretexto.”
Para poder entender el versículo, uno debe leer desde que el capítulo empieza. Pablo deseaba estar “revestido” con su “morada” la “habitación celestial” (5:2) cuando miraba adelante hacia la “resurrección” o hacia la “transformación”, porque sabía que “no todos moriremos pero todos seremos transformados” (1ª Corintios 15:51). Él sabía que cuando tomemos posesión de nuestros nuevos cuerpos, estaremos “presentes al Señor,” pero que mientras estemos en estos cuerpos estaremos “ausentes al Señor.” Obsérvese con atención la idea de los versos 3 y 4. Pablo no quería ser “hallado desnudo”, significando contextualmente que no quería ser hallado sin cuerpo.
Si en el verso 8 Pablo hubiera querido decir que deseaba estar en presencia del señor en el momento mismo de su muerte, se estaría contradiciendo, pues tendría que hacerlo sin cuerpo, es decir desnudo, y todo lo dicho en los versículos anteriores no tendría sentido.
El hecho es el siguiente: con nuestros presentes cuerpos nos encontramos ausentes del Señor en una “morada terrestre,” en un “tabernáculo” o “tienda de campaña” que se “deshace” y que por su naturaleza pecadora, heredada de Adán, no puede participar de lo celestial, porque “el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible” (1ª Corintios 15:50. NVI.). Pero cuando Dios nos dé un nuevo cuerpo, “el edificio, [la] casa eterna [que tenemos] en el cielo, no construida por manos humanas” (2ª Corintios 5:1), entonces seremos “revestidos” y podremos estar “presentes al Señor.”
De acuerdo con Pablo, si somos fieles hasta el final, recibiremos estos cuerpos celestiales en la Segunda Venida de Cristo, porque “los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible”, (1ª Corintios 15: 52) pero “los que estemos vivos y hallamos quedado hasta la venida del Señor” (1ª Tes. 4: 15) también “seremos transformados” (1ª Corintios 15:51). Así que cuando Pablo habla de que los muertos duermen, está hablando literalmente. Después de todo, si él se hubiera estado refiriendo a que los creyentes van a la presencia del Señor en una existencia espiritual inmediatamente posterior a la muerte, ¿por qué entonces lo encontramos consolando a los tesalonicenses con el mensaje de la Segunda Venida del Señor? ¿Por qué no simplemente les dijo que sus muertos ya estaban en el cielo con Cristo?
Además, si Pablo estuviera enseñando que los creyentes van a la presencia de Dios inmediatamente después de morir, ¿dónde quedaría una de las doctrinas básicas del cristianismo, es decir, la doctrina de la resurrección?
Millones y millones de personas han “dormido en la muerte” sin Cristo y sin conocer la salvación que Dios les daba a través de Jesucristo, y tal vez sin saber tampoco que “habrá una resurrección de los justos y de los injustos” (Hechos 24:15) y que “aquellos, los injustos, irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:31-46).
Es la voluntad de Dios pues “que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2:3,4) Por eso también recomiendo lo siguiente: “ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza, persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.” (1ª Timoteo 4:16)
“No se angustie su corazón. Confíen en Dios y confíen también en mí.
En el hogar de mi padre hay muchas viviendas; Si no fuera así, yo se los habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un hogar, y si me voy y se los preparo vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté”.
—Jesucristo (Juan 14:1-3)
“Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos sin embargo que cuando Cristo venga seremos semejantes a él porque seremos tal como él es”. —El apóstol Juan. (1ª Juan 3:2.)
"Por una fe inteligente..."
Armando H. Toledo
[email protected]
www.scribd.com / "Universidad Libre para Cristo (La UCLi)
¿Dónde están los muertos?, se pregunta con cierta frecuencia. Pues bien, contra toda tradición y según lo enseña el Nuevo Testamento, los muertos simplemente están dormidos.
Sé que esta postura es de las menos populares o tradicionales, pero creo que debemos recordar que las enseñanzas de Jesús tampoco eran agradables al oído de los fariseos, y no sonaban muy ortodoxas a sus discípulos; por eso unos lo odiaban y los otros lo abandonaban. Dice el evangelista Juan que, de hecho, “al escucharlo, muchos de sus discípulos exclamaron: ‘Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?’[...] Desde entonces muchos de sus discípulos le dieron la espalda y ya no andaban con él” (Juan 6: 60, 66. NVI.).
Muchos creyentes sinceros han malentendido 2ª Corintios 5:8, que dice “…pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” La mayoría de los grupos denominacionales usan este versículo —aunque muchas veces de manera inadecuada— para probar que los creyentes en Cristo vamos directamente con el Señor en una existencia anímica inmediatamente posterior a la muerte. Pero la anterior no es más que una frase aislada y no tiene un sentido correcto si la usamos fuera del contexto. Como dice el adagio: “Un texto fuera de contexto solo es un pretexto.”
Para poder entender el versículo, uno debe leer desde que el capítulo empieza. Pablo deseaba estar “revestido” con su “morada” la “habitación celestial” (5:2) cuando miraba adelante hacia la “resurrección” o hacia la “transformación”, porque sabía que “no todos moriremos pero todos seremos transformados” (1ª Corintios 15:51). Él sabía que cuando tomemos posesión de nuestros nuevos cuerpos, estaremos “presentes al Señor,” pero que mientras estemos en estos cuerpos estaremos “ausentes al Señor.” Obsérvese con atención la idea de los versos 3 y 4. Pablo no quería ser “hallado desnudo”, significando contextualmente que no quería ser hallado sin cuerpo.
Si en el verso 8 Pablo hubiera querido decir que deseaba estar en presencia del señor en el momento mismo de su muerte, se estaría contradiciendo, pues tendría que hacerlo sin cuerpo, es decir desnudo, y todo lo dicho en los versículos anteriores no tendría sentido.
El hecho es el siguiente: con nuestros presentes cuerpos nos encontramos ausentes del Señor en una “morada terrestre,” en un “tabernáculo” o “tienda de campaña” que se “deshace” y que por su naturaleza pecadora, heredada de Adán, no puede participar de lo celestial, porque “el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible” (1ª Corintios 15:50. NVI.). Pero cuando Dios nos dé un nuevo cuerpo, “el edificio, [la] casa eterna [que tenemos] en el cielo, no construida por manos humanas” (2ª Corintios 5:1), entonces seremos “revestidos” y podremos estar “presentes al Señor.”
De acuerdo con Pablo, si somos fieles hasta el final, recibiremos estos cuerpos celestiales en la Segunda Venida de Cristo, porque “los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible”, (1ª Corintios 15: 52) pero “los que estemos vivos y hallamos quedado hasta la venida del Señor” (1ª Tes. 4: 15) también “seremos transformados” (1ª Corintios 15:51). Así que cuando Pablo habla de que los muertos duermen, está hablando literalmente. Después de todo, si él se hubiera estado refiriendo a que los creyentes van a la presencia del Señor en una existencia espiritual inmediatamente posterior a la muerte, ¿por qué entonces lo encontramos consolando a los tesalonicenses con el mensaje de la Segunda Venida del Señor? ¿Por qué no simplemente les dijo que sus muertos ya estaban en el cielo con Cristo?
Además, si Pablo estuviera enseñando que los creyentes van a la presencia de Dios inmediatamente después de morir, ¿dónde quedaría una de las doctrinas básicas del cristianismo, es decir, la doctrina de la resurrección?
Millones y millones de personas han “dormido en la muerte” sin Cristo y sin conocer la salvación que Dios les daba a través de Jesucristo, y tal vez sin saber tampoco que “habrá una resurrección de los justos y de los injustos” (Hechos 24:15) y que “aquellos, los injustos, irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:31-46).
Es la voluntad de Dios pues “que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2:3,4) Por eso también recomiendo lo siguiente: “ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza, persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.” (1ª Timoteo 4:16)
“No se angustie su corazón. Confíen en Dios y confíen también en mí.
En el hogar de mi padre hay muchas viviendas; Si no fuera así, yo se los habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un hogar, y si me voy y se los preparo vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté”.
—Jesucristo (Juan 14:1-3)
“Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos sin embargo que cuando Cristo venga seremos semejantes a él porque seremos tal como él es”. —El apóstol Juan. (1ª Juan 3:2.)
"Por una fe inteligente..."
Armando H. Toledo
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