Re: Los mil y un errores de E.G.White
Estimado eduardo martínez r. (el chismoso).Saludos cordiales.
"Miller y sus colaboradores creyeron primero que los 2300 días terminarían en la primavera de 1844, mientras que la profecía señala el otoño de ese mismo año. La mala inteligencia de este punto fue causa de desengaño y perplejidad para los que habían fijado para la primavera de dicho año el tiempo de la venida del Señor. Pero esto no afectó en lo más mínimo la fuerza de la argumentación que demuestra que los 2300 días terminaron en el año 1844 y que el gran acontecimiento representado por la purificación del santuario debía verificarse entonces.
"Al empezar a estudiar las Sagradas Escrituras como lo hizo, para probar que son una revelación de Dios, Miller no tenía la menor idea de que llegaría a la conclusión a que había llegado. Apenas podía él mismo creer en los resultados de su investigación. Pero las pruebas de la Santa Escritura eran demasiado evidentes y concluyentes para rechazarlas.
"Había dedicado dos años al estudio de la Biblia, cuando, en 1818, llegó a tener la solemne convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su a pueblo." -El Conflicto de los Siglos, págs. 371-377, ed. 1954.
Los creyentes adventistas aguardaban con honda expectación XV el día en su Señor iba a volver. Consideraban el otoño de 1844 como el momento señalado por la profecía de Daniel. Pero aquellos consagrados creyentes iban a sufrir un gran chasco. Así como los discípulos del tiempo de Cristo no comprendieron el carácter exacto de los acontecimientos que se iban a realizar en cumplimiento de la profecía relativa al primer advenimiento de Cristo, los adventistas de 1844 sufrieron un gran chasco en relación con la profecía que anunciaba la segunda venida de Cristo. Acerca de esto leemos:
"Jesús no vino a la tierra, como lo esperaba la compañía que le aguardaba gozosa, para purificar el santuario, limpiando la tierra por fuego. Vi que era correcto su cálculo de los períodos proféticos; el tiempo profético había terminado en 1844, y Jesús entró en el lugar santísimo para purificar el santuario al fin de los días. La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación."-Primeros Escritos, pág. 243.
Casi inmediatamente después del chasco de octubre, muchos creyentes y pastores que se habían adherido al mensaje adventista se apartaron de él. Otros fueron arrebatados por el fanatismo. Más o menos la mitad de los adventistas siguió creyendo que Cristo no tardaría en aparecer en las nubes del cielo. Al verse expuestos a las burlas del mundo, las consideraron como pruebas de que había pasado el tiempo de gracia para el mundo. Creían firmemente que el día del advenimiento se acercaba. Pero cuando los días se alargaron en semanas y el Señor no apareció, se produjo una división de opiniones en el grupo mencionado. Una parte, numéricamente grande, decidió que la profecía no se había cumplido en 1844 y que sin duda se había producido un error al calcular los periodos proféticos. Comenzaron nuevamente a fijar fechas. Otro grupo menor, que vino a ser el de los antecesores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hallaba certeras las evidencias de la obra del Espíritu Santo en el gran despertar, y consideraba imposible negar que el movimiento XVI fuese obra de Dios, pues hacer esto habría sido despreciar al Espíritu de gracia.
Para este grupo, la obra que debían hacer y lo que experimentaban estaba descrito en los últimos versículos de Apocalipsis 10. Debían reavivar la expectación. Dios los había conducido y seguía conduciéndolos. En sus filas militaba una joven llamada Elena Harmon, quien recibió de Dios, en diciembre de 1844, una revelación profética. En esa visión el Señor le mostró la peregrinación del pueblo adventista hacia la áurea ciudad. La visión no explicaba el motivo del chasco, si bien la explicación podía obtenerse del estudio de la Biblia, como sucedió. Sobre todo hizo comprender a los fieles que Dios los estaba guiando y continuaría conduciéndolos mientras viajasen hacia la ciudad celestial.
Al pie de la senda simbólica mostrada a la joven Elena, había una luz brillante, que el ángel designó como el clamor de media noche, expresión vinculada con la predicación de un inminente advenimiento durante el verano y el otoño de 1844. En aquella visión, se discernía a Cristo conduciendo al pueblo a la ciudad de Dios. La conversación oída indicaba que el viaje iba a resultar más largo de lo que se había esperado. Algunos perdieron de vista a Jesús, y cayeron de la senda, pero los que mantuvieron los ojos fijos en Jesús y en la ciudad llegaron con bien a su destino. Esto es lo que se nos presenta, bajo el título "Mi primera visión," en las páginas 13-20 de este libro.
Eran muy pocos los que constituían aquel grupo que avanzaba en la luz. En 1846, eran como cincuenta. El grupo mayor, que abandonó la esperanza de que la profecía se hubiese cumplido en 1844, contaba tal vez con 30,000 personas. En 1845 se reunieron para reexaminar sus opiniones en una conferencia que se celebró en Albany, estado de Nueva York del 29 de abril al 1ero de mayo. Decidieron entonces formalmente denunciar a quienes aseverasen tener "iluminación especial" y a los que enseñasen "fábulas judaicas." (Advent XVII Herald, 14 de mayo, 1845.) Véase Messenger to the Remnant (Mensajera enviada al residuo), pág 31, columna 2.
Cerraron así la puerta para no dejar penetrar la luz referente al sábado y al Espíritu de Profecía. Creían que la profecía no se había cumplido en 1844, y algunos fijaron para una fecha ulterior la terminación de los 2300 días. Fueron fijadas varias fechas, pero una tras otra pasaron. Al principio, este grupo, unido por la influencia cohesiva de la esperanza adventista, marchaba en unidades vinculadas entre sí pero con bastante elasticidad, pues entre todas sostenían una gran variedad de doctrinas. Algunos de estos grupos no tardaron en dispersarse, El que sobrevivió algunas décadas llegó a ser la Iglesia Cristiana Adventista, cuyos miembros son llamados, en nuestras primeras publicaciones, "Adventistas del Primer Día" o "Adventistas Nominales."
Pero debemos dedicar ahora nuestra atención al pequeño grupo que se aferró tenazmente a su creencia de que la profecía se había cumplido el 22 de octubre de 1844 y aceptó con sinceridad la doctrina del sábado y la verdad del santuario como luz celestial que iluminara su senda. Quienes formaban este grupo no se hallaban reunidos en un lugar, sino que eran creyentes individuales aislados, o grupos muy pequeños dispersos en la parte noreste de los Estados Unidos.
Hiram Edson, quien pertenecía a uno de esos grupos, vivía en la parte central del estado de Nueva York, en Port Gibson. Era director espiritual de los adventistas que había en ese lugar, y los creyentes se reunieron en su casa el 22 de octubre de 1844, para aguardar con él la venida del Señor. Pero cuando llegó la media noche, comprendieron que el Señor no vendría tan pronto como lo habían esperado. Sufrieron un gran chasco, pero temprano por la mañana siguiente, Hiram Edson y algunos otros fueron a la granja del primero para orar. Mientras oraban, el nombrado sintió la seguridad de que recibirían luz.
Un poco más tarde, mientras Edson, en compañía de un XVIII amigo, cruzaba un maizal en dirección al domicilio de unos adventistas, le pareció que una mano le tocaba el hombro. Alzó los ojos y vio, como en una visión, los cielos abiertos y a Cristo en el santuario entrando en el lugar santísimo para comenzar su ministerio de intercesión en favor de su pueblo en vez de salir del santuario para purificar el mundo por fuego, como ellos habían enseñado que iba a suceder. Un estudio cuidadoso de la Biblia, que realizaron Hiram Edson, el médico F. B. Hahn y el maestro O. R. L. Crozier, reveló que el santuario que debía ser purificado al fin de los 2300 años no era la tierra, sino el santuario celestial, y que esa purificación se haría mientras Cristo intercediese por nosotros en el lugar santísimo. Esta obra o ministerio de Cristo correspondía al mensaje referente a "la hora de su juicio" [de Dios], proclamado por el primer ángel de Apocalipsis 14:6, 7. El Sr. Crozier escribió las conclusiones del grupo, y las publicó, primero en hojas locales, y luego en forma más amplia en un periódico adventista, el Day-Star, que se editaba en Cincinnati, Ohio. Un número especial, del 7 de febrero de 1846, se dedicó entero a este estudio del santuario.
Mientras se realizaba este estudio, Elena de White no lo sabía. Ni siquiera conocía al grupo mencionado pues ella vivía lejos de Port Gibson, a saber, muy al este, en Portland Maine. En tales circunstancias, recibió una visión en la cuál le fue mostrado el traslado del ministerio de Cristo del lugar santo al santísimo, al fin de los 2300 años. El relato de esa visión se halla en Primeros Escritos, págs 54-56.
Con respecto a otra visión que le fue dada poco después de la que se acaba de mencionar, la Sra. E. G. de White dijo, en una declaración escrita en abril de 1847: "El Señor me mostró en visión, hace más de un año, que el Hno. Crozier tiene la luz verdadera acerca de la purificación del santuario, etc., y que su voluntad [de Dios] es que, el Hno. Crozier escriba en detalle la opinión que nos dio en el número especial del Day-Star del 7 de febrero, de 1846. Me siento plenamente autorizada XIX por el Señor para recomendar ese número especial a todos los santos."- E. G. de White, A Word to the Little Flock (Una palabra a la pequeña grey), pág. 12. De modo que las visiones de la mensajera de Dios confirmaron lo descubierto por los estudiosos de la Biblia.
En años subsiguientes, Elena G. de White escribió mucho con respecto a la verdad del santuario y su significado para nosotros, y son muchos los pasajes de Primeros Escritos que aluden a esto. Nótese especialmente el capítulo que principia en la página 250 y se titula "El santuario." Al comprender el ministerio de Cristo en el santuario se obtuvo la clave del misterio que rodeaba al gran chasco. Pudo verse claramente que el anuncio de que se acercaba la hora del juicio divino se cumplió en los sucesos de 1844, y se comprendió que debía ejercerse un ministerio en el lugar santísimo del santuario celestial antes que Cristo viniese a esta tierra.
Durante la proclamación del mensaje adventista se había dado el mensaje del primer ángel y del segundo, y luego comenzó a proclamarse el mensaje del tercer ángel. Con esta proclamación empezó a comprenderse el significado del sábado como día de reposo.
A fin de estudiar cómo principió entre los primeros adventistas la observancia del sábado, lleguémonos a una pequeña iglesia situada en la localidad de Wáshington, en el centro del estado de New Hampshire, entre el de Nueva York por un lado y el de Maine por el otro. Allí los miembros de una agrupación cristiana independiente oyeron, en 1843, el mensaje del advenimiento, y lo aceptaron. Era un grupo fervoroso, y a su seno llegó una hermana bautista del séptimo día, Raquel Oaks (más tarde Sra. de Preston), quien les dio folletos que recalcaban la vigencia del cuarto mandamiento.
Algunos miembros comprendieron esa verdad, y uno de ellos, Guillermo Farnsworth, decidió guardar el sábado. En esto le acompañaron otras doce personas, que fueron los primeros adventistas del séptimo día. Federico Wheeler, el pastor de esa XX iglesia, tomó la misma decisión y fue el primer pastor adventista que guardara el sábado. Otro pastor de New Hampshire, T. M. Preble, aceptó también la verdad del sábado, y en febrero de 1845 publicó un artículo acerca de esa verdad en un periódico adventista, The Hope of Israel (La esperanza de Israel).
José Bates, eminente pastor adventista que residía en Fairhayen, estado, de Massachusetts, leyó el artículo de Preble y aceptó la vigencia del sábado. Poco después presentó el asunto, en un folleto de 64 páginas, que salió de prensas en agosto de 1846. Un ejemplar llegó a las manos de Jaime White y su esposa Elena, poco después de su casamiento, celebrado a fines de agosto de 1846. Ellos también fueron convencidos por las pruebas bíblicas, y la señora escribió más tarde: "En el otoño de 1846 comenzamos a observar el día de reposo bíblico, y también a enseñarlo y defenderlo."-Testimonies 1:75.
Jaime White y su esposa se habían decidido por las pruebas bíblicas: presentadas en el librito de Bates. El primer sábado de abril, en 1847, siete meses después que ella y su esposo principiaran a guardar el sábado, el Señor dio a la Sra. de White, en Topsham, Maine, una visión en la cual se recalcó la importancia del sábado. Elena vio las tablas de la ley en el arca del santuario celestial, y notó que el cuarto mandamiento estaba rodeado de una aureola de luz. En Primeros Escritos, Págs 32-35, puede leerse el relato de esa visión que confirmó las conclusiones impuestas por el estudio de la Palabra de Dios. En visión profética, la Sra. de White fue trasladada al fin de los tiempos y vio que, por su actitud hacia la verdad del sábado, los hombres demostrarán si deciden servir a Dios o a una potencia apóstata. En 1874, ella escribió: "Creí la verdad acerca del sábado antes de haber visto cosa alguna en visión con referencia al día de reposo. Después que comencé a observar el sábado transcurrieron meses antes que se me mostrase su importancia y su lugar en el mensaje del tercer ángel."-E. G. de W., carta 2, 1874.
Durante 1848, los varios pastores adventistas del séptimo XXI día que se destacaban en la enseñanza de las verdades recién descubiertas estrecharon filas mediante cinco conferencias dedicadas a considerar el asunto del día de reposo. Con ayuno y oración, estudiaban la Palabra de Dios. El pastor Bates que era el apóstol de la verdad sabática, encabezó el grupo y se distinguió por sus enseñanzas relativas a la vigencia del sábado. Hiram Edson y sus acompañantes, que asistieron a algunas de las conferencias, presentaron con energía el asunto del santuario. Jaime White, que estudiaba cuidadosamente las profecías, enfocaba su atención sobre los eventos que han de suceder antes que vuelva el Señor Jesús. En aquellas conferencias se fue reuniendo el haz de las doctrinas que hoy sostienen los adventistas del séptimo día.
Rememorando aquellos tiempos, Elena G. de White escribió: "Muchos de los nuestros no comprenden cuán firmemente se asentaron los cimientos de nuestra fe. Mi esposo, el pastor José Bates, el padre Pierce*, el pastor Edson [Hiram], y otros hombres perspicaces, nobles y fieles, se contaron entre los que, después que transcurriera la fecha en 1844, buscaron la verdad como un tesoro escondido. Yo también asistía a sus reuniones. Estudiábamos y orábamos con fervor. A menudo permanecíamos congregados hasta tarde por la noche; a veces toda la noche, orando por luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez aquellos hermanos se reunían para estudiar la Biblia, a fin de descubrir su significado y a fin de estar preparados para predicarlo con poder. Cuando en su estudio llegaban al punto de decir: 'Nada más podemos hacer,' el Espíritu del Señor descendía sobre mí; era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes que habíamos estado estudiando, y también instrucciones acerca de cómo habíamos de trabajar y enseñar eficazmente. Así se nos daba luz que nos ayudaba a comprender las escrituras XXII referentes a Cristo, su misión y su sacerdocio. Se me señaló con claridad una cadena de verdad que se extendía desde entonces hasta el tiempo en que entraremos en la ciudad de Dios, y yo transmitía a otros las instrucciones que el Señor me había dado.
"Durante todo ese tiempo yo no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba, por así decirlo, trabada, y no podía comprender las escrituras que estábamos estudiando. Esto constituía uno de los mayores pesares de mi vida. Estuve en esa condición hasta que todos los puntos principales de nuestra fe se aclararon para nuestra mente, en armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que cuando yo no estaba en visión no podía comprender esos asuntos, y aceptaban las revelaciones dadas como luz que provenía directamente del cielo."- Selected Messages, libro 1, págs. 206, 207.
El fundamento doctrinal de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se asentaba así sobre un fiel estudio de la Palabra de Dios, y cuando los hermanos no podían avanzar, Elena G. de White recibía luz que ayudaba a explicar la dificultad y despejaba el camino para que el estudio continuase. Además, las visiones confirmaban las conclusiones correctas. De manera que el don profético actuaba para corregir los errores y para confirmar la verdad."
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.